El colapso anunciado
Estamos siendo testigos de un fenómeno que, más que histórico, es ontológico: los sistemas de control humano —esos entramados de poder en los que hay análisis extensos de quienes son, su razón de ser y que alguna vez ofrecieron orden, protección o progreso— se están desmoronando. No es un colapso súbito, ni una revolución espectacular. Es, más bien, una lenta y persistente descomposición. Como cuerpos muertos que aún fingen respirar, estas estructuras repiten discursos, buscan mantener autoridad política y económica, ensayan vigilancia… pero ya no tienen alma. Aún mantienen control, pero al igual que un orificio hecho en una presa con agua, poco a poco, de manera inevitable, se desmoronará.
Gobiernos, instituciones educativas, religiones organizadas, sistemas de salud, modelos económicos y plataformas tecnológicas: todos los pilares que pretendieron dirigir el destino humano desde afuera están hoy siendo expuestos en su fragilidad. El orificio en la presa con agua está hecho. Ya no inspiran. Ya no contienen. Ya no guían. Y esta circunstancia, este aparente vacío no es una pérdida: es una liberación.
La conciencia como fuerza emergente